jueves, 27 de enero de 2011

Ausente...con aviso

...........................El mundo mágico de Los Mayas. Leonora Carrington.
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Desde el lunes 24, estoy trabajando por el sur, desplazándome de un lugar a otro. Intensivo y peregrino, este trabajo continuará hasta el 20 de febrero. Durante ese período, no podré comprometerme con el blog. Si puedo, en algún momento, subiré, con gusto, alguna entrada. Para los que recién se arriman al fogón, hay cerca de 100 entradas. Lamento este lapsus, espero que nos reencontremos, con la alegría de siempre, por esa fecha.




lunes, 24 de enero de 2011

O'Keefe, el color de las emociones











No copio las cosas enteras, sólo fragmentos. Pinto lo que me parece importante. Lo que me hace sentir emociones. G. O




Georgia O'Keefe (1887, Sun Prairie, Wisconsin- Nueva México, 1986).

viernes, 21 de enero de 2011

Dos poemas de Claudia Masin

Mi mundo privado
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Yo ansié tener un cuerpo que practicara,
como un arte, la ignorancia de sí.
Que cayera rendido con la levedad con que caen
las hojas de los árboles. Cuando fuera inevitable,
nunca antes. Pero de tu cuerpo no deseaba
sino lo que había en él de frágil, de imperfecto:
la cicatriz que te cruzaba el pómulo, las pequeñas
arrugas en la frente. La herida
que te asemejaba a mí. Dos ramitas secas
ante la embestida de la menor brisa,
se quiebran. El camino es interminable, te decía,
da vueltas y vueltas alrededor del mundo
y en alguna de esas vueltas los que estaban
destinados a perderse, se encuentran.
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Se dice que a la vera
de cierta ruta que atraviesa el desierto,
es posible hundir una vara en la hierba reseca
y en algún momento brotará el petróleo como un géiser.
Anoche tuve un sueño en el que viajábamos por días
y días para encontrar el yacimiento, a la manera
de los scouts o los cazadores de fortuna
del oeste. Al llegar era de noche,
no había una sola estrella, el pozo
estaba seco. Yo me dormía y te quedabas
al lado mío, cuidando mi sueño. No estabas allí
a la mañana siguiente.
En el sueño, alguien decía:
donde tengas tu tesoro tendrás
tu corazón. Y yo me preguntaba qué pasaría
si tu tesoro se perdiera,
qué pasaría en un juego de cajas chinas
si al llegar a la última,
la que debería contener el objeto precioso,
esa, como todas las otras,
estuviera vacía
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La infancia de Iván
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Siempre queda algo por perder. La imagen de un viaje
que hicimos juntos, en una camioneta
cargada de manzanas que caían en la carretera
cuando hacíamos algún viraje brusco. Los caballos
siguiendo el rastro de las frutas, detrás nuestro.
En el agua de los aljibes, decías, hay una luz
parecida a la de una estrella, incluso en las mañanas,
porque los pozos confunden el día con la noche, sumergidos
como están en su penumbra. Siempre hay algo que resta,
un destello que nos mantiene vivos
por error.
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Claudia Masin (1972, Resistencia, Chaco. Vive en Buenos Aires), de su libro, la vista, 2002. Los textos de este libro son recreaciones de films: Mi mundo privado, My own private Idaho, de Gus Van Sant, E.E.U.U, 1991; La infancia de Iván, de la película de Andrei Tarkovski, Rusia, 1962. Otros libros publicados: Bizarria, 1997. Geología, 2001. la vista, 2002. Se acaba de editar, La plenitud, en un sello nuevo, Hilos editorial.
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Claudia MaClaudia

miércoles, 19 de enero de 2011

Thénon, patear, estirar, romper el lenguaje

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Poema con traducción simultánea
español-español
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........Para ir hacia lo venidero,
........para hacer, si no el paraíso,
........la casa feliz del obrero

........en la plenitud ciudadana,
........vínculo íntimo eslabona
........e ímpetu exterior hermana
........a la raza anglosajona
........con la latinoamericana.
........Rubén Darío. Canto a la Argentina
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Cristóforo
.............(el Portador de Cristo)
hijo de un humilde cardador de lana
.............(hijo de uno que iba por lana sin cardar)
zarpó del puerto de Palos
.............(palo en zarpa dejó el puerto)
no sin antes persuadir a Su Majestad la Reina
Isabel la Católica de las bondades de la empresa
por él concebida
.............(no sin antes persuadir a Her Royan Highness
.............die Köningin Chabela la Logística de empeñar
.............la corona en el figón de Blumenthal con-verso)
así se vertiesen litros y litros de
genuina sangre vieja factor RH negativo
............(así costase sangre sudor y lágrimas
............antípodas)
se hicieron a la mar
............(se hicieron alamares)
y tras meses y meses de yantar solo
oxímoron en busca de la esquiva redondez
............(y tras días y días de mascar Yorkshire pudding
............y un pingüino de añadidura los domingos)
alguno exclamó tierra
...........(ninguno exclamó thálassa)
desembarcaron
en 1492 a. D.
..........(pisaron
..........en 1982 a. D.)
jefes esperaban
en pelota
genuflexos
.........(mandamases aguardaban
.........desnudos
.........de rodillas)
Cristóforo gatilló el misal
.........(Christopher disparó el misil)
dijo a sus pares
........(murmuró a sus secuaces)
coño
.........(fuck)
ved aquí nuevos mundos
........(ved aquí estos inmundos)
quedáoslos
.........(saqueadlos)
por Dios y Nuestra Reina
.........(por Dios y Nuestra Reina)
A.M.É.N
..........(O.M.E.N)
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Susana Thénon (1937, Buenos Aires -1990, Buenos Aires), de Ova completa, Editorial Sudamericana, 1987. Poeta, traductora, fotógrafa. Libros publicados: Edad sin tregua, 1958. Habitante de la nada, 1960. De lugares extraños, 1967. Distancias, 1984. Ova completa, 1987

domingo, 16 de enero de 2011

Un texto de Jane Bowles

Una pareja quisquillosa
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Las dos marionetas son hermanas de cincuenta y pocos años. El escenario debe tener una varilla o un cordel que lo divida por la mitad para sugerir dos habitaciones. Hay una sentada a cada lado de la línea divisoria. Si no es posible sentarlas, tendrán que quedar de pie. Mildred, la mayor, tiene un aspecto más sólido y lleva colores más vivos.
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Mildred (la marioneta más fuerte): Espero que empieces a pensar en traer la leche.
Rhoda (tras una pausa): Pues no.
Mildred: Pero ¿qué te pasa? No irás a recibir una visita de nuestros difuntos ¿verdad?
Rhoda: Este invierno no tengo apariciones porque estoy muy harta de querer hasta a nuestros muertos. De todos modos, estoy disgustada con el mundo.
Mildred: Dedícate a tus asuntos, que yo me ocuparé de los míos. Ahora estoy pensando en la leche.
Rhoda: Estoy cansada de estar triste. Me gustaría cambiar.
Mildred: No te diviertes lo suficiente en tu habitación. ¿Por qué no?.
Rhoda: Pues porque el mundo y sus víctimas siempre están presentes en mi imaginación.
Mildred: Eso no es normal. De todos modos, no eres lo bastante lista para resultar de alguna utilidad en el mundo exterior.
Rhoda: Si fuera joven, socorrería a los enfermos. Si fuera joven...
Mildred: No tienes maña para crear un hogar. En cualquier caso, procura muchas satisfacciones.
Rhoda: Tengo el corazón demasiado grande para crear un hogar.
Mildred: No. Es porque careces de autosuficiencia. Si yo no estuviera aquí, no tendrías el placer de preocuparte. Si no me ves por aquí, eres un alma perdida. Cuando no estoy, ni siquiera tienes ánimo para preocuparte por el mundo exterior. ¡Y no es que el mundo exterior pierda gran cosa!. (Resopla con desprecio).
Rhoda: Tienes razón. Pero juro que tengo un gran corazón.
Mildred: He llegado a creer que el interior de las personas no es muy interesante. Con un corazón grande se puede causar un enorme descontento, y con uno pequeño, una armonía considerable. Compara tu habitación con la mía. Y tengo el corazón tan pequeño como el de papá.
Rhoda: Me dejas helada hasta los tuétanos cuando dices que tienes el corazón pequeño. Pero me quieres ¿verdad?
Mildred: Eres mi hermana ¿no?
Rhoda: El amor de hermana es una de las pocas dichas de esta vida.
Mildred: Bueno, ya está bien de exagerar. Podría enumerar otras cosas.
Rhoda: Imagino que es injusto obtener amor de un corazón pequeño. Me figuro que dios pretendía que los corazones pequeños se dedicaran a otras cosas.
Mildred: Es posible. Tomaremos la leche en mi habitación. Es mucho más agradable. En parte, porque soy una mujer más limpia que tú.
Rhoda: Aunque tengas el corazón pequeño, te aguanto, y te aguanto.
Mildred: Pues yo desearía poder ofrecerte en una caja mi don para la felicidad. ¡Sería tan estupendo que fueras como yo! Así podríamos tomar la leche en cualquier habitación. Un día en la tuya y al siguiente en la mía.
Rhoda: Estoy segura de que esas cosas no ocurren nunca.
Mildred: Eso sucede en un millón de hogares, siete días a la semana.
Rhoda: Nunca, nunca, nunca
Mildred (con mucha firmeza): Eso ocurre en un millón de hogares.
Rhoda: ¡Nunca, nunca nunca!
Mildred (levantándose): ¿Vas a hacerme caso si te digo que eso sucede en un millón de hogares o tengo que perder los estribos?.
Rhoda: Ya los has perdido. (Mildred monta en cólera rápidamente. Rhoda va al proscenio y canta:)
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......Mi caballo quedó como una piedra congelado
......hace mucho, mucho tiempo.
......Cerca del macizo de flores, helado
......bajo el yermo sol.
......O quizás fue de noche,
......o quizás no fue.
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......Mi caballo corre por los campos
......muchas tardes.
......Negro como el lodo y lleno de vida,
......lo veo escapar al bosque
......y luego no lo veo.
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Mildred (entre bastidores)
: Voy por la leche y espero que se haya acabado por hoy el alboroto. (Entra llevando dos vasitos blancos) Pero ¿por qué llevo leche a una persona que está completamente decidida a convertir mi vida en un verdadero infierno?
Rhoda (entrelazando las manos con emoción): Sí ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Qué acertijo tan horroroso!.
Mildred: Te encanta pensar que todo es un acertijo. No hay ningún acertijo. Simplemente cumplo mi parte del trato.
Rhoda: ¡Tratos, tratos y más tratos!
Mildred: Me dejarás terminar, nerviosa criatura? Trato de explicar que me comporto de acuerdo con el molde en que me hicieron. Da la casualidad de que sé apreciar ese molde, y ni el cielo ni la tierra lograrán que lo estropee. Tus excitables emociones no me afectan. Aquí tienes la leche. (Entra en la parte del escenario que ocupa Rhoda y le ofrece la leche, pero Rhoda da un manotazo al culo del vso que lleva su hermana y lo manda por los aires. Mildred asesta una tremenda bofetada a Rhoda y vuelve precipitadamente a su habitación. Hay silencio durante un momento. Luego, Mildred oculta la cara entre las manos y rompe a llorar. Rhoda sale, Mildred va al proscenio y canta:)
Mildred (cantando):
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......Soñé que ascendía una colina,
......con la mano de mi hermana en la mía.
......Luego busqué mi casa en el valle,
......pero sólo campos soleados vi
......y la torre de la iglesia brillando.
......Busqué hasta que mis entrañas se enfriaron
......pero sólo campos soleados ví
......y la torre de la iglesia brillando.
......Una chica bajó corriendo la montaña
......con campanillas en el sombrero.
......Pregunté su nombre al valle,
......pero sólo viento y lluvia oí
......y la campana de la iglesia repicando.
......Pregunté hasta que mis labios se enfriaron
......y desperté sin saber
......si se llamaba como mi hermana
......o si su nombre era el mío.
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(Rhoda entra en su parte del escenario)
Mildred: ¿Rhoda?
Rhoda: ¿Qué quieres?
Mildred: Vete si te apetece.
Rhoda: Aún no ha llegado el momento, y ya no llegará hoy, porque el día ha terminado y se acerca la noche. ¡Gracias a dios!
Mildred: Sé que si no viviera en la rectitud, contraería una enfermedad horrible y moriría. Se me partiría el corazón.
Rhoda: Vives en la rectitud,cariñito, así que no pienses en eso (Pausa). Iré a traerte la leche.
Mildred: Yo también voy. Pero bebamos la leche aquí, porque esto es mucho más agradable ¿verdad? (Se levantan). ¡Qué contenta estoy de que ya sea de noche! Tengo los nervios destrozados. (Salen)
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Jane Bowles (1917, Nueva York - 1973, Málaga), de su libro, Placeres sencillos. (En este libro, hay relatos superiores a éste, el tema es su extensión, penita). Traducción: Benito Gómez Ibáñez. Libros editados: Dos damas muy serias, novela, 1943. Placeres sencillos, 1966. En la casa de verano, obra de teatro, 1952. Vivió muchos años con su marido, Paul Bowles, en Tánger. A los 40 años, en 1957, una hemorragia cerebral, le impidió volver a leer, escribir, y, prácticamente, a vivir. En España, Anagrama publica Dos damas muy serias en 1981, y se reedita en numersas ocasiones. A Placeres sencillos, lo edita Anagrama, en el 2010.

Capote, su visión de Jane B, cabeza de dalia

(En el siguiente prólogo, escrito por Truman Capote para la obra completa de Jane Bowles, da una visión física, de la personalidad, y de la vida de la escritora. La descripción resulta interesante, Jane Bowles ha sido una escritora silenciada durante muchas décadas)

Debe de hacer siete u ocho años desde que vi por última vez a esa leyenda moderna llamada Jane Bowles, y tampoco he sabido nada de ella, al menos directamente. Pero estoy seguro de que no ha cambiado; de hecho, algunos viajeros que han estado recientemente en el norte de África y que la han visto o se han sentado con ella en algún sombrío café de la kasba me han dicho, y estoy seguro, que Jane, con su cabeza como una dalia, con su pelo corto y rizado, su nariz respingona y sus ojos de un brillo malicioso, y algo alocados, con esa voz suya tan original (un áspero soprano), sus ropas de muchacho, su figura de colegiala y su leve cojera, es más o menos la misma que era cuando yo la conocí hace más de veinte años: ya entonces evocaba al golfillo eterno, tan atractivo como el más atractivo de los no adultos, y sin embargo con una sustancia más fría que la sangre corriendo por sus venas, y con un ingenio y una sabiduría excéntrica que ningún niño, ni siquiera el más extraño, haya poseído jamás.
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Cuando conocí a la señora Bowles (¿1944? ¿1945?) ya era, dentro de ciertos círculos, una celebridad: aunque sólo tenía veintitantos años, había publicado una novela muy original y comentada, Dos damas muy serias, se había casado con Paul Bowles, compositor y escritor de talento, y ambos habitaban en una elegante pensión que había abierto en Brooklyn Heights el ahora difunto George Davis. Entre los compañeros de pensión de los Bowles figuraban Richard y Ellen Wright, W.H. Auden, Benjamin Britten, Oliver Smith, Carson McCullers, Gypsy Rose Lee y (según creo recordar) un domador de chimpancés que vivía allí con una de sus "estrellas". En fin, una casa más bien movida. Pero aun en medio de una comunidad tan vigorosa, la señora Bowles, por su talento y por las extrañas visiones que este alberga, y por la sorprendente mescolanza de candor de perrillo juguetón y de dosificación felina de su personalidad, seguía siendo una presencia dominante y de primera línea.
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Jane Bowles es una autoridad lingüística. Habla con la mayor precisión francés, español y árabe...y puede que ése sea el motivo de que los diálogos de sus relatos parezcan, o me parezcan a mí, com una traducción al inglés de alguna deliciosa combinación de otros idiomas. Además, dichos idiomas los aprendió sola, como consecuencia de su carácter nómada: de Nueva York se fue a vagar por Europa, y se alejó de allí y de una guerra ya inminente viajando a Centroamérica y México; descansó luego una temporada en esa histórica comunidad de Brooklyn. A partir de 1947, ha residido casi siempre en el extranjero; en París o en Ceilán, pero, sobre todo, en Tánger; de hecho, Jane y Paul Bowles pueden ser ya considerados sin vacilación como tangerinos permanentes, tanto se han adherido a ese empinado puerto de mar de blancos y sombras. Tánger se compone de dos partes mal emparejadas: una gris y moderna, atestada de edificos comerciales y de casas de pisos altos y lúgubres, y la otra, una kasba que baja por un laberinto medieval de callejas, arcadas y piazzas que huelen a kif y a menta, hacia el puerto bullicioso de pescadores y con las sirenas de los barcos atronando. Los Bowles se han instalado en los dos barrios; tienen en el más nuevo un apartamento y también un oculto refugio en el más sombrío vecindario árabe: una casa nativa que debe ser una de las moradas más diminutas de la ciudad, los techos son tan bajos que tienes que pasar prácticamente a gatas de una habitación a otra; pero las habitaciones en sí son como una encantadora serie de Vuillards tamaño postal, con almohadones moriscos desparramados sobre alfrombras con diseños también moriscos, todo acogedor como una tarta de frambuesa y todo iluminado por intrincadas lámparas y ventanas que dan acceso a la luz de los cielos marinos y ofrecen una panorámica que combina minaretes y barcos y los tejados enjalbegados de azul claro de las casas nativas, que retroceden como una escalinata fantasmagórica hasta el bullicioso muelle. O así es el recuerdo de mi única visita una tarde, a la hora del crepúsculo, oh sí, hace ya quince años.
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Un verso de Edith Sitwell: "Jane, Jane, la luz de la mañana ya vuelve a crepitar...". Es un poema que siempre me ha gustado, sin que, como me pasa a menudo con esta particular autora, lo entienda en absoluto. A menos que luz de la mañana sea una imagen que signifique el recuerdo (?). Entre mis recuerdos de Jane Bowles, los más satisfactorios giran en torno a un mes que pasamos en habitaciones contiguas en un hotel agradablemente de la rue de Bac durante un gélido invierno parisino: enero de 1951. Cuántas tardes de frío pasamos en la acogedora habitación de Jane (llena de libros y de papeles y alimentos y un vivaz cachorrillo pequinés blanco comprado a un marinero español); largas veladas oyendo el fonógrafo mientras Jane preparaba chapuceros y maravillosos guisos en el hornillo eléctrico: es buena cocinera, sí, señor, y también un poco glotona, como sospechara quien lea sus relatos, que abundan en descripciones de comidas y de sus ingredientes. Cocinar es sólo uno de sus muchos dones extraordinarios: también es una imitadora inquietantemente exacta y puede reproducir con nostálgica admiración las voces de ciertos cantantes, la de Helen Morgan, por ejemplo, y la de su íntima amiga Libby Holman. Años después, yo escribí un relato titulado Entre las sendas del Edén, en el que, sin darme cuenta, atribuí a la heroína varias caracterísitcas de Jane Bowles: la envarada cojera, las gajas, sus brillantes e inteligentes habilidades mímicas. Yo no pensaba en la señora Bowles cuando inventé a Mary O'Meaghan, personaje al que nada se le parece en lo esencial; pero el que surgiera así un fragmento de ella dará una idea de la poderosa impresión que Jane siempre me había causado.
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Aquel verano trabajaba en La casa de verano, la obra que tan delicadamente presentarían luego en Nueva York. No soy muy aficionado al teatro: casi nunca aguanto una obra más de dos veces; pero ésta la vi tres veces, y no por lealtad a la autora, sino porque tenía un ingenio espinoso, el aroma de una bebida nueva, de acritud refrescante..., las mismas cualidades que me atrajeron de entrada en la novela Dos damas muy serias.
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Mi única queja contra la señora Bowles no es la calidad de su obra sino simplemente la cantidad. Este volumen constituye toda su estantería, por así decirlo. Y aunque estamos agradecidos por tenerlo, querríamos que hubiera más. Una vez, hablando de un colega de pluma, alguien con más facilidad que nosotros dos, Jane dijo: "Es que a él le resulta tan fácil...No tiene más que mover la mano. Sólo eso". En realidad escribir nunca es fácil; por si alguien no lo sabe, es el trabajo más duro que hay; y para Jane creo que es difícil hasta el punto de ser auténticamente doloroso. ¿Por qué no, cuando tanto lenguaje como tema se persiguen a lo largo de sendas tortuosas y pedregosas canteras: las relaciones nunca materializadas de sus personajes, las incomodidades físicas y mentales con las que les rodea y satura, cada habitación una atrocidad, cada paisaje urbano una creación con estridencias de neón?. Y sin embargo, aun cuando el sentimiento trágico es algo central en su visión, Jane Bowles es una escritora muy divertida, una especie de humorista, aunque desde luego no de la Escuela Negra. Camp Cataract (en mi opinión el más completo de todos los relatos de la señora Bowles, y uno de los más representativos de su obra) es una muestra irresistible de compasión controlada: el relato cómico de un destino calamitoso que tiene en su corazón, y como corazón, una sutilísima comprensión de la excentricidad y del aislamiento humano. Sólo este relato exigiría ya que otorgásemos muy alta estima a Jane Bowles.
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Truman Capote, prólogo para Obras escogidas de Jane Bowles, publicada por Peter Owen, Londres, 1966. La antología contiene: Dos damas muy serias, siete relatos, y la obra de teatro En la casa de verano.

martes, 11 de enero de 2011

Adiós a una creadora, a María Elena Walsh

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Como la cigarra

Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí
resucitando.
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Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
por qué me mató tan mal,
y seguí cantando.
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Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.
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Tantas veces me borraron,
tantas desaparecí,
a mi propio entierro fui
sola y llorando.
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Hice un nudo en el pañuelo
pero me olvidé después
que no era la única vez
y seguí cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.

Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás,
cuántas noches pasarás
desesperando.

Y a la hora del naufragio
y a la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.
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María Elena Walsh, murió ayer, 10 de enero de 2011, en Buenos Aires. Nació en Ramos Mejía, Buenos Aires, el 1 de febrero de 1930. Como la cigarra, una de sus emblemáticas composiciones, interpretada, una vez más, por León Gieco.
MaMa

domingo, 9 de enero de 2011

García, lo fugaz, la pérdida, el vagabundeo

Aburrimiento
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He deseado no desear nada, o desear
pocas cosas, pocas reflexiones al unísono
pocas elucubraciones contradictorias, pocos
bares en mi camino, poco amor,
poco de todo que todo cansa y no
es que canse porque sea cansado el todo,
sino que cuando te quedas sin nada
añoras todo y eso es lo que realmente
cansa.
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El efecto de un paisaje
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Es la una y treinta.
Medio cuerpo asomado
a la vida entera. Desapercibo
un raro calambreo que nace
en las piernas. Brilla lo que
queda de luna. Mis oquedades
buscan ritos, mis soledades
están sobre los zapatos
que he deshebillado
porque me ladeaba su presión.
Estoy entera como la vida que miro
como la vida que me deja
me deja medio cuerpo asomado
a ella.
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El afán de escribir todo cuanto veo
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Sé que te molesta. Hasta aquí llegaste.
El unicornio pierde brillo sin su lustre
sin su acabada simetría. La vida es breve.
Lo que más dura son los instantes. Un instante
es más largo que la vida.
Dile que agujeros solos no hacen un hueco.
Dile que se necesita una superficie
para ahuecar. La belleza. La belleza
no es más leve que la eternidad.
Ni es más exacta ¿dónde está?
Quieres que lo sublime sea semejante
a tu atuendo, tu caminar. Quieres
menos dudas, también quisiste querer
quisiste quererle, querer algo, alguien.
Quisiste un libro y una casa. Quisiste
lo que ahora no desearías y lo juras.
Haces cuentas entre lo que querías
y entre lo que tienes, y entre nuevos
amaneceres. Juzgas que son demasiados
para una sola vida y decides multiplicarte,
es decir: ser varias. Una quiere esto
que no se toca, otra aquello que no se sabe,
otra esto que intuye, otra
esto que es esto mismo.
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Todos los días son iguales
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Mecánicamente asiste adonde debe ir
logra inclinar la cabeza, luego vuelve
una resaca, un pánico
ciertas bellezas.
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Concha García (1956, La Rambla, Córdoba. Reside en Barcelona), de Pormenor y Ayer y calles. Libros de poesía: Otra ley, 1987. Ya nada es rito, 1988. Desdén, 1990. Pormenor, 1993. Ayer y calles, 1994. Cuántas llaves, 1998. Árboles que ya florecerán, 2001. Lo de ella, 2003. Acontecimiento, 2008. Novela: Miamor. doc, 2001. Antologías: Ya nada es rito y otros poemas (1987-2003), Ocnos Alas, 2003. Si yo fuera otra, Puerta del mar, Málaga, 2005. Un brillo del no y otros poemas, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010.