sábado, 6 de noviembre de 2010

Antelme, sobre la opresión y el exterminio

Robert Antelme y Marguerite Duras se casan, en 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En 1943, se adhieren al Movimiento nacional de Prisioneros de Guerra, MNPDG. En julio de 1944, la Gestapo irrumpe en una reunión, en lo de la hermana de Robert, Marie-Louise, y deportan, entre otros, a ambos: Buchenwald, Gandersheim, Dachau. Marie-Louise nunca regresa. A Robert, un hombre de 90 kilos, lo encuentran, al final de la guerra, al borde de la muerte, con 35 kilos. Años más tarde, escribe un texto La especie humana. Libro dedicado a su hermana Marie-Louise. En el prólogo, dice: "...Cuento aquí lo que he vivido. El horror no es gigantesco. En Gandersheim no había ni cámara de gas ni crematorio. El horror ahí es oscuridad, falta absoluta de referencias, soledad, opresión incesante, lento aniquilamiento. El resorte de nuestra lucha no habrá sido más que la reinvidicación enloquecida, y casi siempre solitaria por sí misma, de seguir siendo, hasta el final, hombres..."

Es un texto de 300 páginas, dividido en tres partes. El fragmento elegido pertenece a la primera, titulada Gandersheim
.
El pan se ha acabado, vamos a volver dentro, a hundirnos en nosotros mismos, mirando nuestras manos, a encenegarnos, mirando la estufa o el rostro de un tipo, sentados allí, a hundirnos hasta aproximarse al rostro de Marguerite, de Dionys, allá. Voy a recordar que, allá, me hablaban. Podía incluso ocurrir que se dirigiesen exclusivamente a mí. Allá, en la calle, yo era como cualquier otro. Y la desenvoltura, la amabilidad, las sonrisas...Allá, estábamos en la gloria. Íbamos de una habitación a otra de la casa, nos sentábamos, nos acostábamos, sin tener que esperar, sin interrupciones, con la facilidad de los nadadores en el agua. Seres de una naturalidad superior me llamaban, me sonreían siempre al hablarme, como si estuviéramos en el agua, como sumergidos en un delicioso elemento.
Allá, sólo consigo verme de espaldas, siempre de espaldas. La cara de Marguerite sonríe a aquel que sólo veo de espaldas. Y ella se ríe. Se ríe, pero no es así, no creo que se riese así. ¿Qué nueva risa es ésta?. Reconozco la de una hembra de la fábrica. La veo y sigue riendo. O es René el que ríe así. Ya no lo sé. Ella habla, y es falso, es la voz de cualquiera, es una voz chillona. ¿Qué voz es ésta? Podría ser la voz de un hombre. Su rostro es expresivo, ella se ríe. Una chillona. Es la risa de esa que me ha dicho Schnell, schnell, monsieur. Su voz ha muerto. Su boca se abre y se oye otra. Me olvido, me olvido cada día de algo más. Nos alejamos, vamos a la deriva. Ya no oigo nada. Su voz queda sepultada bajo las voces de los compañeros, bajo las voces alemanas. No sabía yo que ya estaba tan lejos. Lo único que me queda es poder saber. Saber que Marguerite tiene una voz, la voz que yo sé que tiene. Saber que su rostro se ilumina y que se ríe con una risa que yo sé que tiene. Saber al igual que un sordo y un ciego. Y saber que aquí soy el único que lo sabe. Puede que poco a poco también el rostro de M...desaparezca y yo seré entonces realmente como un ciego. Pero podrán volver a disfrazarme, hacer lo imposible para que apenas se me pueda distinguir de otro, siempre sabré eso hasta el final.

Robert Antelme (1917, Sartène-1990, Paris). La especie humana. La primera edición, se publica en 1947 en Cité universelle, editorial formada por Marguerite Duras, Robert Antelme y Dionys Mascolo. En 1957 se publica, por intervención de Albert Camus, en Gallimard. En el 2001, se edita en castellano, Arena Libros S.L. Traducción: Trinidad Richelet.

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